Perdidas...

El frío amanecer fue el único testigo de la desesperación de una de las jóvenes mestizas, acurrucada en los brazos de su hermana y ambas escondidas, ocultas bajo el cobijo de una cueva en medio de ningún lugar. Allí se protegían de la cruel tormenta que evitaba ver el Sol y de los animales y bestias que en las montañas habitaban, estando bastante dentro pero aún pudiendo vislumbrar lo que había fuera.

Estaban solas, ataviadas en finas prendas negras dejando ver su auténtica forma y solo protegidas del frío por una débil hoguera. Días atrás se habían separado de su guardián y solo una de ambas había conseguido conciliar el sueño mientras la otra observaba repetida y constanemente el fuego y afuera mientras mantenía silencio tras arrullar a su gemela para conseguir que al menos ella descansara.

Illya era quien montaba guardia, dejando a la menor de ellas dormir en su regazo mientras su diestra acariciaba el rostro de su hermana y su zurda los marfileños cabellos de esta. Por suerte, en aquel momento la ceguera que ambas compartían se había depositado en Irya, permitiendo así que la otra ojiblanca pudiera vigilar con los cinco sentidos, teniendo siempre su daga y la ajena a mano y teniendo también en mente el hechizo de invocación del resto de sus armas por si la situación lo ameritaba.

No pasaba desapercibido el susurro de la montaña... Alguien había ingresado casi al seno de ésta sin permiso alguno, pero según lograba decifrar no era alguien cualquiera. ¿Niñas? La curiosidad estaba muy presente en los seres humanos y los felinos, sin embargo todo sitio que esté recubierto por árboles y plantas representaba parte de su territorio, no importaba el mundo, de alguna forma los dragones verdes debían proteger esas zonas de cualquier mano intrusa que quisiera hacerle daño. Debía ver qué tanto sucedía por aquel lugar.
Claro que podría enviar a alguno de sus chiquillos, pero hacia largo tiempo que no sabía nada de alguno. Mejor ir por su cuenta, no le hacia nada mal mover un poco las piernas.

Una tormenta se avecinaba a lo lejos, quien quiera que estuviera escondido en las cuevas podría acabar mal. Las criaturas buscarían refugio lo que significaba tener que luchar por un espacio dentro de esta.
Tener una simple daga no podía mantenerlas a salvo de tales bestias. El miedo cegaba provocando la muerte de más de una criatura inocente. Aura debía asegurarse de que la montaña no se manchase de sangre innecesaria.

Su paso fue sumamente tranquilo al acercarce a la entrada del lugar, desde allí ya pudo olfatear la juventud de las criaturas que se ocultaban dentro de la oscura cueva. El fuego, por otro lado irremediablemente le hacia pensar que no eran simples animalitos, por lo mismo y sin temor alguno se acercó de a poco hacia ellas. El aroma dulce era inconfundible, le recordaba tanto al inicio de su vida, del bosque más puro... ¿Qué hacian semejantes seres en tan lúgubre sitio?

- Poco sabio el esconderse en la cueva de una Bestia... - Susurró. Ya su cuerpo podía ser visible dentro del lugar pero no era maldad lo que emanaba de su cuerpo. - Con la tormenta que se avecina no es raro que la Bestia quiera regresar a su morada .- Finalizó y se inclinó para contemplarlas mejor, pero a una distancia prudente para no se asustasen.

- Dime... ¿Cómo es que llegaron hasta aquí? -

Bien sabía la ninfa Illya lo peligroso que había sido introducirse en el seno de la montaña, más aún cuando ese lugar podía ser el cobijo que muchos animales y bestias buscarían ante tal tempestad. Sin embargo, no dudaría en luchar si era preciso, y esa opción parecía más cercana cuando sintió la ajena presencia acercarse a la boca de la cueva.

Prudencia e incomodidad se podía captar en la mayor de las hermanas que en aquel lugar se encontraban. Desconocía quién era la mujer que se acercaba hasta ser iluminada por la flama encendida, mas su raza no pasaba inadvertida y era fácilmente reconocible para ambas muchachas por dormida que estuviese la menor de ambas.

- Demonios nos obligaron a huír y la tormenta a refugiarnos -fue toda respuesta que recibió la emperatriz con tono cansado, pero firme y sin muestras de hostilidad aunque sí algo de recelo en esa dulce voz cual arrullo del río al pasar por un calmo tramo.

De más estaba decir que la mano contraria a la que sujetaba a su agotada gemela ya había cogido la daga que, si bien la castaña buscaba atacarlas, de poco le serviría. Así mismo tampoco temía a posibles bestias y animales a menos que fueran más violentas de lo que solían ser algunas razas pues su condición les podría ayudar a amansarlas si se debía dar el caso.

- ¿Quién sois vos? -preguntó en igual tono con algo más de respeto por la adulta figura, habiendo captado poder y porte real en ella.

Su mirar era indiferente pero no su intención. No sabía que tan capaces podrían ser las chiquillas frente a las bestias que rondaban esos alrededores, pero era su deber como emperatriz de cuidar esa zona.
La incomodidad e incluso la desconfianza eran comprensibles. Aura tenía una presencia inquietante que no se podía saber del todo si era malévola o no, su sonrisa por otro lado no ayudaba mucho que digamos. No podía evitar hacerlo, todo ser que pareciera menor a sus ojos inevitablemente le recordaba a sus chiquillos, aunque estas criaturas no fueran exactamente tan jóvenes como aparentaban ser, al menos no en esencia.

- Qué infortunio. - Musitó con seriedad colocándose de pie nuevamente. Podía prever el movimiento de aquella mano sostener un objeto que no veía, pero estaba segura que sería algo para defenderse. Temor, nada más, podía comprenderlo.

Su rostro se ladeó hacia la entrada de la cueva contemplando los relámpagos que amenazaban con traer la inminente lluvia. Ah... parece que tendría que quedarse allí si es que no quería mojar su vestido. -Parece que lloverá en cualquier momento - El murmurar fue más para sí misma que para las gemelas. La sonrisa en su rostro era por el confort que sentía de las sedientas plantas. - Regocijo es lo que se oye dentro del bosque - Pues la lluvia les alimentaria.

No es que ignorara su pregunta, pero a veces no podía dejar de prestar atención a las palabras silenciosas del bosque y la montaña. Por ello, tras volver a dirigir su cuerpo a la niña que estaba consciente, Aura se acerca un poco más tomando su vestido con ambas manos para levanterle a cada paso que daba y así no pisarselo. - Aura Levouc, Emperatriz de los dragones verdes, guardiana de los bosques. - Inclinó su cabeza con formalidad volviendo a ubicarse erguida. - Para serviros. -

Un tronar poderoso resonó por todo el oscuro interior dando inicio a la fuerte tormenta. -

Hm. ¿Con quién tengo el placer de platicar...? - Cuestionó con un dejo de amabilidad en su voz.

Meras miradas de soslayo eran dirigidas de parte de la mestiza hacia el exterior al ver el agua caer, alimentando cada tramo de vegetación y aumentando el caudal de ríos y lagos. Al igual que la emperatriz, tanto ella como su hermana también eran capaces de sentir las voces de los seres que los humanos consideraban o mudos, o sin vida como serían las montañas o la tierra misma.

El mero hecho de darse el lujo de apartar su mirada del cuerpo femenino que tenía frente a sí podía ser una grave falta, un error que marcaría su destino si por cualquier casual la dragona busaba atacarlas, mas esa no parecía su intención por lo que aquella arma bien sujeta empezó a quedar más resguardada en su escondrijo y el agarre sobre ella más débil y suelto.

- Illyasviel Astra Lothlorien, hija de la ninfa Mirna y el elfo Rashmir -respondió también inclinando su cabeza a modo de reverencia tras la presentación ajena, pues era incapaz de hacerlo con su cuerpo por la evidente posición sentada que poseía. Así mismo puede que nombrar sus progenitores fuera innecesario, pero así las habían acostumbrado a ambas y así es como se presentaba la mayor.

- Ella es mi hermana, Iryasviel -volvió a hablar respetuosamente, presentando la dormida y agotada menor que, ajena a todo su alrrededor, descansaba en el cobijo de los brazos de su gemela.

¿Por qué habría de atacarlas? Aura no era para nada hostil, por contrario era demasiado pasiva cuando lo quería. Atacar de sorpresa o por la espalda no era su estilo, no había nada mejor que ir cara a cara y ver a tu enemigo perecer lentamente en tus brazos. Bueno, era una criatura de 'sangre fría', había ciertas cosas oscuras que le atraían irremediablemente pues su carácter como dragón era bastante cambiante.

- Valla sorpresa, un par de híbridas. El tiempo recompensa mi ausencia, es la primera vez que veo el fruto de tan maravillosa unión . - Por no decir que en toda su existencia era poca la visión de las crías de otras especies. De todas formas podía sentirse tranquila si de casualidad fuera a irse, todo elfo y ninfa era capaz de amansar a cualquier ser que habitara los bosques. - Es un agrado conocerte Illyasviel Astra Lothlorien, igualmente a tu hermana aunque veo que está plenamente dormitando - Sonrió suavemente bajando la mirada a la chiquilla que no se desvelaba ni por el tronar lejano de las nubes y la lluvia.

- Parece que tendré que quedarme aquí hasta que se detenga - Lo quisiera o no, debía permanecer. Su gesto fue simple se acomodó a un costado de la hermana que tenía sus luceros abiertos y acomodó su largo vestido a sus costados. - Espero no os moleste mi presencia, simplemente vigilo lo que entra u sale de la montaña, nada más - Entonces cerró sus ojos a la par que peinaba sin mucho que hacer su cabello.

También su blanquecina mirada se dirigió a la lluvia torrencial que sacudía y limpiaba el bosque, alimentándolo y haciéndolo crecer. A ella siempre le había gustado la lluvia, mientras que a su gemela los días claros. Dos seres de la misma sangre pero que se discernían en pensamientos y gustos así como en algunas otras cosas menos importantes.

- Al contrario. Honor es lo que siento al estar junto a alguien de su estirpe y posición -explicó tras volver a poner su atención en la fémina, relajando por completo su postura soltando su arma y reacomodándose para posicionar a la menor de forma más agradable en sus brazos, teniendo así el infantil rostro de su hermana posado en su propio hombro, haciendo que ambos rostros remarcaran las escasas diferencias que tenían.

Las facciones de Illya eran suaves, refinadas y delicadas cual princesa, mientras que las de Irya eran más aniñadas, igualmente suaves pero con menos seriedad plasmadas en las sutiles líneas que la delineaban, aún más al tener sus grandes orbes cerrados.

- Lamento que mi hermana no pueda presentarse como es debido, pero me agradaría no despertarla. Es mejor que descanse -le murmuró a su inusual pero agradecida acompañante, disculpándose si el estado de Irya podía molestarla de alguna forma. Puede que no fuera el caso, pero ya había lidiado con quien sí había mostrado enfado por algunas acciones de la pequeña.