Había caminado sin cesar por 4 días. No era un gran número, pero estaba extremadamente tensa. No había querido detenerse en ningún momento, ni como tampoco quería mirar hacia atrás, pero ya el esfuerzo físico se lo exigía. Sentada con las piernas bajo un árbol que parecía viejo y robusto, había una muchacha de cabellera azul y tez clara. Solo unos mechones de cabello asomaban por una capucha gris, parte de una capa que le cubría de pies a cabeza. Sus ropajes estaban un tanto sucios, y en la parte baja de la capa se podía ver claramente que estaba rasgada, como si alguien hubiese forcejeado hasta romperla. Sus ojos estaban cerrados, parecía dormida, pero su expresión era seria. Sobre sus piernas cruzadas había una espada de doble filo con un extraño ojo al centro, que parecía "vibrar" sin cesar de moverse en el centro de la espada, como si tuviese vida.
Justo al otro lado del árbol, sintió como alguien se sentaba, utilizando su tronco para apoyar la espalda al igual que ella. La muchacha no se movió, estaba demasiado exahusta como para levantarse a ver. Además, su mente seguía divagando en lo recientemente ocurrido... Se mantuvo quieta, con las manos sobre su espada, la cabeza levemente inclinada hacia abajo y los ojos cerrados, respirando suave y acompasademente, mientras estaba atenta a cualquier movimiento del ser que estaba al otro lado, que al parecer no había detectado su presencia...