Apenas a unos cuantos metros de distancia, entre la profunda oscuridad tenebrosa que se escondía entre los árboles y algunos otros arbustos que se concentraban en cierto sendero inhóspito, donde cualquier criatura maligna habría quedado perfectamente acoplada a la sombría escena cual película de terror, sólo una delgada figura resaltaba lo suficiente para romper con aquel esquema.
De rostro pálido pero con facciones delicadas, con cuerpo estrecho y apariencia etérea, cual ilusión errante de aquel engañoso mundo de apariciones y esencias místicas. Era irreal, con aquella faz inmutable que le observaba fijamente con aquellos ojos rojizos desde su lugar en las penumbras, sin mover un solo músculo... hasta que lentamente, como si de un escalofriante espejismo se tratara, frunció suavemente el entrecejo, muda, pero perforando con la sola mirada la figura de aquel ángel alvino cuya presencia había logrado reconocer al instante.
Un ángel, se repitió mentalmente, absteniéndose a dar el primer movimiento para saber su reacción. Se negaba a admitir bajo cualquier circunstancia, la profunda envidia que le corroía cada vez que veía a alguno de aquellos seres que se decían ser divinos.